Desde los orígenes, el ser humano ha observado la naturaleza para obtener conocimiento, con la necesidad de adaptar nuestra vida y actividades al entorno que nos cobija y de entender cuanto nos rodea. La observación de la naturaleza está en la base de la ciencia. Hacerlo de forma sistemática, recopilando datos mediante la observación directa, proporciona la información para entender cómo funcionan los sistemas naturales. Hoy en día disponemos de recursos tecnológicos para observar e interpretar el mundo natural, pero la filosofía es la misma: observar es aprender.
Hace ya tiempo, haya por el 2017, que se inició en la cueva de las Güixas un proyecto de investigación “La Cueva de las Güixas: un laboratorio natural para la investigación” que convertía la cavidad en un observatorio. Se comenzó a monitorizar diversos aspectos y parámetros de la cueva. Tras más de cinco años recogiendo datos, los primeros resultados nos aportan un montón de conocimiento sobre la cueva, que tiene una aplicación directa en su gestión como recurso turístico, facilitando su conservación y también la seguridad de los visitantes. Así lo cuenta un artículo científico recientemente publicado en una revista internacional.
Los datos de seguimiento de las temperaturas, la humedad relativa y la concentración de CO2 en diferentes zonas de la cueva, han permitido conocer las variaciones de las temperaturas y CO2 en el aire de la cueva y con ello algo muy interesante: cómo es la dinámica de ventilación que se da en casi toda la cueva. Hemos aprendido que todos estos factores están directamente controlados por las variaciones de temperatura en el exterior. También se ha identificado una zona de la cueva con características ambientales diferentes, con ventilación muy limitada y una temperatura prácticamente constante a lo largo del año. Además, el trabajo ha permitido identificar distintas fuentes de CO2 en el aire de la cueva, una que tiene que ver con la respiración de los visitantes y se hace efectiva durante las visitas, y otra causada por la desgasificación del agua torrencial durante las inundaciones de la cueva, esta, por cierto, aporta hasta cinco veces más cantidad de CO2 que una visita a la cueva. No obstante, las observaciones también permiten ver como la ventilación elimina rápidamente el CO2 que llega a la cueva, limitando el impacto de las visitas y manteniendo un aire renovado.
Por otro lado, el seguimiento del nivel de agua subterránea y de las precipitaciones en el exterior, ha sido una buena herramienta para conocer cuáles son los momentos de mayor riesgo de inundación. También ha permitido conocer cuánto tiempo tarda la cueva en inundarse desde que se produce un evento de lluvia o desde que se produce el momento de mayor deshielo en la zona de alta montaña, durante la primavera. Esta información nos permite conocer mejor cómo funciona la dinámica hidrológica de la cueva, y en una cueva como Las Güixas, que sufre inundaciones repentinas incluso de gran magnitud, ¡es fundamental para aumentar la seguridad!
Este trabajo supone un avance importante para la gestión de la cueva como recurso turístico. Estos resultados se han alcanzado gracias al trabajo llevado a cabo durante estos años, con gran ayuda del personal de la cueva en las labores de monitorización y con el apoyo fundamental del Ayuntamiento de Villanúa y del Instituto Pirenaico de Ecología (IPE-CSIC).
En la cueva de las Gúixas seguimos investigando, porque esta herramienta resultará fundamental en el futuro para seguir adaptando la gestión a los cambios ambientales y climáticos que están por llegar.