El decaimiento del abetal de la Fuente del Paco, que ha afectado en las tres últimas décadas a más del 50% de la masa arbórea en algunos puntos, ha ido transformando de manera irreversible un paisaje especialmente simbólico para las gentes de Villanúa. Como consecuencia de este proceso natural, que genera además problemas de seguridad, el Ayuntamiento de Villanúa planteó una intervención que permitiera rehabilitar el interés natural de este espacio: así ha surgido el sendero interpretativo con tallas de madera creadas por el artesano José Orduña.
El sendero está formado por veinticinco piezas, aunque la idea es que se sigan incorporando nuevos elementos en el futuro, que representan figuras relacionadas con especies que habitan en la zona como plantas, setas o animales. Hay una atmósfera a medio camino entre la leyenda, lo onírico y lo mágico que otorga al recorrido un carácter singular. Se trata de una invitación a conocer y respetar la naturaleza, un trabajo de concienciación que se ha planteado también como un espacio de diversión y disfrute.
Maria Béjar, concejal de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Villanúa, explica que “llevamos desde hace tiempo pensando en cuál sería la mejor manera de transformar la Fuente del Paco y consideramos que la creación de un sendero de interpretación a partir de las figuras de José Orduña sería la mejor manera”. El trabajo del tallador permite darle una segunda vida a la madera ya que el material de las tallas es el mismo que el del bosque de la Fuente del Paco. “Los árboles ahora tienen otra función”, señala Béjar.
El Departamento de Medio Ambiente y Turismo del Gobierno de Aragón, responsable de la gestión de los montes de Utilidad Pública, ha marcado 120 árboles muertos que se está procediendo actualmente a cortar. Luis Terrén, alcalde de Villanúa, indica que es una “triste realidad que el abetal se muere, está perdiendo esplendor, y este sendero va a generar nuevos atractivos en un lugar muy transitado y que siempre ha tenido una magia muy especial. Queremos que eso se mantenga”.

La manera de trabajar de José Orduña ha sido absolutamente respetuosa con el lugar e incluso ha hecho algunas intervenciones para mejorar su seguridad. Durante un mes ha vivido en la Fuente del Paco y se ha aislado por completo como parte del proceso de creación, aunque han sido frecuentes las visitas de vecinos y visitantes que querían conocer de cerca la evolución de su trabajo. “Para lograr un determinado nivel de inspiración había que mimetizarse con la naturaleza, ser parte de ella, y estar aislado mientras trabajaba ha sido de gran ayuda”, apunta el tallador. En el proceso de creación ha participado en funciones de asesoramiento José Antonio Sesé, agente de Protección de la Naturaleza.
José aislaba el tocón, hacía la talla y después la anclaba. Un método paciente y complejo que ha dado unos resultados extraordinarios. Quien visite la Fuente del Paco verá un duende del bosque que invita a respetar la naturaleza, hay un homenaje a los antiguos taladores de la zona, cuyo trabajo fue tan importante para la economía de Villanúa. Aparece el Bosnerau, el guardián de los bosques, que invita a que reflexionemos sobre nuestra relación con la naturaleza. El recorrido invita a muchas interpretaciones y, como apunta Béjar, “tanto desde la mirada de los niños como la de los adultos”.
“Intervenir en la Fuente del Paco ha sido una gran responsabilidad”
José Orduña tiene 36 años y nació en Calatayud. Es bombero forestal en la Brigada de Refuerzo de Incendios Forestales (BRIF) y tiene una empresa de arboricultura, a través de la que gestiona proyectos de intervención en el medio natural y asume tareas como la plantación de árboles, su cuidado, poda o revisión de plagas. Hace siete años esa profesión adquirió un nuevo e inesperado derrotero al comprobar que con sus herramientas de trabajo también podía crear arte y dar, de este modo, rienda suelta a una fértil imaginación que se inspira en la naturaleza.
Así es como José comenzó a tallar con gran virtuosismo piezas de madera para convertirlas en figuras que se integran en el entorno de una manera orgánica, que nacen desde el respeto al medio natural y que tienen, además, capacidad para concienciar sobre la importancia de nuestra tradición oral. Con esta filosofía ha intervenido en la Fuente del Paco para crear un espectacular sendero interpretativo que ha servido para revitalizar parte del abetal en decaimiento.

¿Cómo derivó el uso de la motosierra en algo tan delicado y artístico como la talla de árboles?
El amor por la madera me viene del trabajo en la BRIF donde yo estaba cada dos por tres con el hacha y las tronzas manejando madera. Un amigo me enseñó un día, allá por 2018, una talla de madera que alguien había hecho en un tocón y me provocó para ver si era capaz de hacer algo similar. Y me puse a hacerlo y me salió mucho mejor que el que me había enseñado. Esa primera pieza que hice todavía está en la base de Daroca. Me motivé tanto desde entonces nunca he parado ya de hacer este tipo de piezas. Ya ves de qué manera tan tonta yo encontré mi vocación.
¿En qué te inspiras a la hora de crear?
En la naturaleza. Mucha gente me dice que soy un artista, pero más bien soy un imitador porque lo que hago es crear a partir de lo que veo en la naturaleza. Veo una garduña o un águila volando y ya estoy empezando a crear en mi cabeza. Así empiezo a crear, pero no solo al reproducir plantas o animales sino también cuando hago mesas, todo está inspirado en la naturaleza, que es mi medio.
¿Cuál fue la primera intervención que hiciste en la naturaleza como la que has hecho ahora en la Fuente del Paco?
Nunca había hecho nada parecido a lo que he hecho en Villanúa. Nunca he trabajado un proyecto con tantas piezas y que me haya obligado a estar tanto tiempo aislado en la montaña. No hay nada comparable. He hecho muchas piezas individuales en espacios naturales. Pese a que empecé hace apenas siete años, ya he estado nominado a un premio internacional por una pieza que hice que se llama “Grito sordo”, gané el premio del público de la primera Feria de Arte Saraqusta de Zaragoza, que era exponer en el Museo Pablo Serrano. Para mí fue increíble tener esa oportunidad siendo que prácticamente acababa de comenzar en el mundo del arte y sin tener ningún tipo de estudios en esta materia.
¿Cómo surgió el proyecto de la Fuente del Paco?
Todo comenzó con una pieza que puse en el año 2023, una talla mixta que era la cara de una nativa americana que se parece a la vieja de Pocahontas del árbol madre, un águila, un ciervo y comedero de pájaros. A la gente le gustó muchísimo. Yo la puse en respeto al amor por Paola Benedí, mi pareja, que es quien me enseñó este sitio. Tiempo después me contactó el Ayuntamiento y me propuso hacer algo en la Fuente del Paco. Nos pusimos manos a la obra y el resultado de todo ello creo que ha quedado muy bien.

¿Cuándo te acercaste a la Fuente del Paco con el encargo del Ayuntamiento ya tenías claro lo que querías hacer? ¿Lo tenías ya visualizado?
Yo ya tenía cosas en mente. Además, la concejala María Bejar me propuso algunas cosas que yo ví que encajaban bien, como un tipi o una seta gigante; cosas así. José Antonio Sesé, agente de Protección de la Naturaleza, también me dio buenas ideas. Todo eso me ayudó a tener un punto de partida, pero la mayoría de las cosas que luego hice no las tenía en la mente. Fue ir allí, estar metido en la naturaleza, dormía ahí, me lavaba ahí con el agua que estaba helada, comía ahí… estaba completamente aislado, incluso sin conexión a internet. Mientras hacía los derribos de varios árboles muertos para hacer seguro el sendero y usar la madera para tallar iba entrando en sintonía con la naturaleza. Oigo todos los días al picamadero, pues tallo un picamadero. Para lograr un determinado nivel de inspiración había que mimetizarse con la naturaleza, tienes que ser parte de ella.
¿Ha sido para ti una responsabilidad intervenir en un lugar que es tan especial para la gente de Villanúa?
Ha sido una gran responsabilidad. Cuando me iba a Daroca a cargar herramientas y preparar todo y regresaba a Villanúa empezaba a pensar en cómo iba a hacer todo. Es un espacio muy frágil y hay que intervenir con mucha paciencia y respeto. Y hay que saber explicarle a la gente qué has hecho y por qué lo has hecho. A nadie le gusta ver cómo mueren los abetales pero es una realidad y tenemos que actuar primero por seguridad, para evitar accidentes, y después para intentar mejorar ese lugar tan icónico. Pese a todo, he respetado todo lo máximo posible para que no se vea un lugar desolado.