Las 26 gradas del barranco de El Lierde de Villanúa volvieron a ser este sábado el escenario de una batalla épica entre la resistencia física y mental de los corredores y los obstáculos dispuestos a lo largo de un recorrido diseñado para el espectáculo. Ganaron Javier Ansón Gasca en categoría masculina, Nadine Zernott en categoría femenina y Raúl Capistros y Cecilia Latorre en parejas mixtas. Fue una jornada perfecta para la práctica deportiva con un calor soportable y la expectación creada por una prueba que cada año tiene más adeptos y más seguidores. Cerca de 100 corredores tomaron la salida, lo que supone un récord histórico de participación.
El Muro de Villanúa ha cumplido cuatro ediciones, pero puede presumir de ser una carrera diferente cada año pese a que el escenario en el que se desarrolla es el mismo. Este año, tras las obras de limpieza realizadas en las últimas semanas en el barranco de El Lierde, los corredores se encontraron con nuevas dificultades que no esperaban: muchas de las gradas estaban cubiertas de agua y la mayoría de los muros mostraba una altura mayor tras la retirada de los sedimentos acumulados durante décadas. Todos los corredores sufrieron las exigencias de un duro recorrido al que se añadieron nuevos obstáculos, pero todos salieron, con mayor o menor fortuna, airosos.
El Muro confirmó una vez más que su secreto no está en la fuerza sino en la destreza y en la inteligencia. Así lo explicó Javier Ansón Gasca tras ganar en un emocionante final frente a Antonio Beltrán: “aquí es importante el aspecto físico, pero sobre todo el mental, porque las gradas te van minando la moral y es fundamental saber dosificarte, identificar la debilidad de tus rivales e intentar dejarte una bolsa de fondo físico para el final”.
Ese manual lo aplicó a rajatabla porque en el ascenso a las 26 gradas siempre fue detrás de Beltrán, pero en el descenso tiró de poderío y supo imprimir un ritmo que doblegó a su gran rival. Este año se modificó un breve tramo en la bajada desde la última grada, el de porteo de troncos, que resultó mucho mas exigente. Lo corredores tenían que cargar un tronco en ascenso y descenso, alterando su ritmo natural y la planificación de la estrategia de carrera.
El circuito tenía dos duros obstáculos nada más salir: los corredores debían atravesar arrastrándose (por debajo de unos cables electrificados) la pista de vóley playa y después mover unas grandes y pesadas ruedas de tractor. Superados esos primeros ejercicios de fuerza y destreza, enfilaban a través de unos túneles el barranco de El Lierde con sus 26 gradas, las dos últimas las más duras y exigentes. Muchos corredores necesitaron las sogas colocadas para facilitar su ascenso. Al transitar por debajo del puente por el que pasa la carretera N-330, los corredores tuvieron que hacerlo agarrados a unas cuerdas sin posibilidad de pisar el suelo.
En el rápido descenso portaron durante un corto tramo en ascenso y descenso unos pesados troncos de madera; antes tuvieron que hacer equilibrios sobre unos escalones de madera anclados al suelo, y después atravesar unos metros dentro del cauce del barranco de los Borgazos, tramo que muchos participantes calificaron de infernal. Apenas dos metros antes de cruzar la meta superaron unas grandes pacas de paja en forma de elevados escalones.

La carrera tuvo una primera fase clasificatoria en las tres categorías: masculina, femenina y parejas mixtas. Los cinco mejores tiempos de cada una de ellas se clasificaban para la final. La atleta alemana pero afincada en Zaragoza desde hace años, Nadine Zernott, no tuvo rival en la final femenina; dominó desde el principio al final, aunque reconoció en la línea de meta que no esperaba esa superioridad: “nos gusta sufrir a los que hacemos carreras de obstáculos, forma parte del deporte que hacemos, pero es verdad que no esperaba distanciarme tanto y tan pronto porque en la prueba clasificatoria Veraya Romero tuvo un comportamiento mejor que el mío. En cada carrera influyen muchos factores y al final supe aprovechar mis oportunidades”.
En el mismo sentido se expresaron la pareja compuesta por Raúl Capistros y Cecilia Latorre, que lograron un triunfo agónico frente a Carlos Osán y Miren de Regil, fraguado en el tramo de cuerdas situado en el túnel bajo la N-330: “Carlos me ayudó a pasar con más rapidez esta parte del recorrido y creo que ahí recuperamos los 10 segundos que nos sacaban y que nos permitieron llegar a la meta con apenas unos segundos sobre ellos”, señaló Miren al finalizar la prueba.

El próximo sábado se disputará en Villanúa una nueva edición de la Full Moon, una atractiva carrera, poco habitual en el Pirineo, que se realiza a la luz de la luna de agosto. Los corredores toman la salida a las 11 de la noche, equipados obligatoriamente con su frontal de luz, y recorren un asequible circuito de 5 km que transcurre por el bosque de El Juncaral y también por un tramo del Camino de Santiago. El 23 de agosto llegará una de las clásicas del verano en el Pirineo aragonés, la popular Subida a la Fuente del Paco, una carrera de montaña sobre un circuito 60% pista de tierra, 22% de senda y 18% asfalto, que este año celebrará la 21ª edición.






